domingo, 21 de noviembre de 2010

La falsa integración.

La falsa integración

La vida de nueve alumnos discapacitados revela que la escuela tradicional no les sirve - La solución no es enseñarles aparte sino mejorar métodos y apoyos


-Lo que yo más recuerdo, el día que me dijeron que me tenía que ir a una clase de apoyo y ahí me encontré con los chavales esos.


Los estudiantes acaban prefiriendo clases externas con chicos como ellos

-Y eso, ¿con cuántos años fue?

-Con seis años, y eso, y yo lo que pasa que ahí me sentía útil, ya los profesores de apoyo me mandaban cosas, tareas iguales que ellos, que es con lo que yo me podía defender, y ahí me sentía útil, me sentía bien (...). Eso es como si tú coges a un futbolista y lo pones de buenas a primeras en el Manchester, por poner un ejemplo, y losmanagers del Manchester se llevan muy bien con él, pero ahí metido juega fatal, y ahora está el otro equipo, el Recreativo de Huelva (...) y ahí juega muy bien y esto y lo otro, es donde se siente bien jugando, en el equipo inferior porque ahí se ve importante.

Esta es parte de la historia de Sergio, un chico con discapacidad que aparece en un estudio de la profesora de la Universidad de Sevilla Anabel Moriña. Junto a la de Sergio, las experiencias escolares de otros ocho chicos y chicas con discapacidad (intelectual, del habla, de audición, de visión y de movimiento) llevan a la docente a advertir de que la integración de estos alumnos en las clases ordinarias no funciona si el único esfuerzo que se hace es reunirlos en una misma aula con el resto de compañeros.

Pero sin un apoyo adicional, dice el artículo titulado Vulnerables al silencio. Historias escolares de jóvenes con discapacidad y publicado en el último número de la Revista de Educación, se van a sentir más cómodos en clases o centros para chicos con su misma discapacidad, porque acaban siendo los menos traumáticos y hostiles. Ahí se sentirán más integrados, pero será una falsa integración. "Aunque estos centros sean para ellos los más integradores, no dejan de ser especiales y segregadores, es decir, son falsos contextos integradores. En este sentido, la educación tradicional tiene que cambiar. Es necesario revisar y mejorar las prácticas para hacer de estas aulas lugares en los que todos los jóvenes se encuentren seguros, acogidos y formen parte de una verdadera comunidad social y académica", concluye el artículo.

Lo más traumático para los chicos discapacitados en las clases ordinarias es, sin duda, la relación con los compañeros. La siguiente es parte de la historia de Desiré:

-Me trataban fatal. Los compañeros no se querían poner al lado mío (sic) nunca.

-¿Y por qué te lo hacían?

-No sé, me verían cara de mongolita o algo... No se querían poner al lado mío (...) me miraban con mala cara.

Así, las buenas relaciones de amistad y socialización les llegan en clases de apoyo o de educación especial. Cuenta Sergio:

-Y en el recreo, ¿con quién te ibas?

-Con los de apoyo.

-¿Con los de apoyo siempre? ¿Por qué?

-Porque yo me sentía ya igual que ellos.

Una parte de la investigación se hizo a base de entrevistas con los nueve jóvenes, que en el momento del estudio (realizado entre 2004 y 2007 dentro de un proyecto titulado La construcción del proceso de exclusión social en jóvenes) tenían entre 18 y 25 años. El texto advierte de que su finalidad "no es generalizar sobre las opiniones y percepciones expresadas por estos jóvenes", sino "identificar aquellas barreras y ayudas que ellos" han vivido en la escuela.

Y una parte de las barreras estaba en la falta de apoyo de los profesores. Relata Blanca:

-Por ejemplo, la profesora de lenguaje que nos daba todo por escrito y todo eso... y yo le decía que escribiera más despacio en la pizarra, y ella decía que no podía perder tanto tiempo. (...) Y si me paraba me reñía, así que tenía que pedir los apuntes a mis compañeros.

Para Blanca, la ayuda tampoco fue en ocasiones adecuada ni siquiera en las clases de apoyo:

-Yo le pedía a la logopeda que me ayudase a redactar y a resumir, y ella me decía "mira, eso a mí no me corresponde; a mí lo que me corresponde es las fotocopias que te doy (...)".

Así, resume el texto: "Las historias de esta investigación hablan de la limitada contribución de este colectivo [los profesores] a la inclusión social y académica de estos jóvenes, ya fuera por la pasividad ante sus necesidades educativas y sociales (como la ausencia de actividades educativas para determinado alumnado, inflexibilidad ante cambios metodológicos, ignorancia o permisividad ante insultos y humillaciones recibidas por sus compañeros y compañeras, etcétera) como por una excesiva atención, no demandada". Es decir, o se pasaban o no llegaban.

Por supuesto, se trata de una atención extremadamente complicada, sobre todo si hay que compaginarla con infinitos niveles de aptitudes y capacidades que se pueden encontrar en cualquier clase. Y aun así, por supuesto, siempre hay buenos docentes:

-Valoro los profesores que me han tocado buenos, porque han estado encima mío (sic)apoyándome, diciéndome "siéntate en la primera fila para yo explicarte mejor las cosas" (...). Recuerdo de ellos la paciencia conmigo. (Historia de vida de Sergio).

-O sea, decían, por ejemplo, "hay que estudiarse esta lección", y venían a ayudarme a estudiarla, a ponerme más facilidades para aprenderlo. (Historia de vida de Luisa).

Pero al final, por mucho que haya profesores buenos, lo que parece evidente es que el sistema no consigue sacar adelante a la mayoría. Se percibe con claridad entre los chavales de la muestra: de los nueve, solo dos consiguieron el título de ESO, y, de estos, solo una ha llegado a la universidad. Pero también dicen algo parecido las estadísticas generales. Es decir, que la mayoría de los discapacitados se van quedando en la cuneta a medida que cumplen años: en Primaria, los alumnos con discapacidad son el 2,3% del alumnado; en la ESO, el 1,9%, y en Bachillerato y Formación Profesional, el 0,1% y el 0,2%, respectivamente, según los datos del Ministerio de Educación.



Visto en El País

lunes, 1 de noviembre de 2010

Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) es un profesor y escritor español conocido por su análisis de la crisis económica actual Leopoldo Abadía (autor de " La crisis Ninja ") dice en su artículo:

Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que "Dios les coja confesados". Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación. En muchas de mis conferencias, se levantaba una señora (esto es pregunta de señoras) y decía esa frase que me a mí me hace tanta gracia: "qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?" Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir "qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?"Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: "y a mí, qué me importa?!" Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.Yo era hijo único. Ahora, cuando me reuno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64. Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz. Y me exigieron mucho.

Pero qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:

1. La guerra civil española

2. La segunda guerra mundial

3. Las dos bombas atómicas

4. Corea

5. Vietnam

6. Los Balcanes

7. Afganistán

8. Irak

9. Internet

10. La globalización

Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? Si no se lo podían imaginar!

Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.

A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales. Lo que por ahí se llama "buena gente".

Porque si son buena gente harán un mundo bueno.Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos. . . .

En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.

Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho qué hijos íbamos a dejar a este mundo.

A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar.

Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.

Pero lo fundamental es lo otro:los padres.

Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado.

Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.

Leopoldo Abadía

P.D.

1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.

2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.

3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.

Me lo han enviado por email y me ha gustado :)

La escuela concertada

La escuela concertada cumple desvirtuada 25 años

Los centros públicos asumen el 90% de los inmigrantes. La gratuidad de los concertados es incompleta. Los creadores del sistema, por una ley socialista, admiten su actual distorsión

DIEGO BARCALA MADRID 31/10/2010 09:00 Actualizado: 31/10/2010 18:53


En Sanchinarro, un barrio nuevo de Madrid, Aguirre ha creado un colegio público y cuatro concertados. - Á. Navarrete

En Sanchinarro, un barrio nuevo de Madrid, Aguirre ha creado un colegio público y cuatro concertados. - Á. Navarrete

Un complemento obligatorio de formación para el alumno. Un caro seguro médico. Un ideario católico incompatible con una educación laica... Las posibilidades de un colegio concertado para excluir a los inmigrantes son muchas. 25 años después de que el PSOE aprobara la ley que implantó la doble red, de concertados y públicos sostenida por el Estado para universalizar la educación básica, sus ideólogos admiten que el sistema está "desvirtuado".

Las estadísticas de escolarización demuestran que un 90% de los alumnos con necesidades especiales son asumidos por los centros públicos. "Pese a los criterios de cercanía del domicilio o de presencia de hermanos en el centro, hay que admitir que el sistema se ha distorsionado", asumió la pasada semana Alfredo Pérez Rubalcaba, que entró como alto cargo en 1982 en el Ministerio de Educación y salió en 1993 como ministro.

Hay comunidades que abusan de los conciertos para vetar a los alumnos

"A los pocos días de entrar en el Ministerio de Educación, recibimos la visita de los obispos, que nos trajeron impresos en un papel sepia muy característico los decretos que teníamos que firmar y publicar en el Boletín Oficial del Estado. Así se gestionaba la educación en España en 1982", recuerda el ex ministro de Educación socialista José María Maravall. La anécdota explica el papel que hasta la llegada de Felipe González al poder tenía la Iglesia en la educación. Esa presión fue decisiva en la negociación de la LODE (Ley Orgánica del Derecho a la Educación) aprobada en octubre de 1985.

La ley inventó los colegios concertados para controlar las subvenciones que hasta entonces recibían los colegios privados y para completar una escuela pública que necesitaba crecer por encima de las posibilidades presupuestarias. "En ese momento era impensable que fueran a llegar tantos inmigrantes, pero se intentó que no fuera la escuela pública la que asumiera a la población marginal", analiza el ex diputado del PSOE y presidente de la Fundación Cives, Victorino Mayoral. "Se creó un millón de centros. Hoy en día es fácil ver cómo se parecen los colegios e institutos. Son todos iguales porque se crearon a la vez. Eso también es LODE", recuerda Rubalcaba.

El desmadre del sistema de conciertos tiene su punto de partida hace una década, cuando las competencias educativas fueron transferidas a las comunidades autónomas. La política educativa de Madrid aparece como ejemplo negativo en la izquierda política y los sindicatos pero también en Escuelas Católicas, la agrupación mayoritaria de colegios religiosos concertados. "Detrás de los nuevos centros hay empresas sin experiencia educativa. Es ahí donde hay que mirar con lupa que no se cobre a las familias", explica el asesor jurídico de Escuelas Católicas, Luis Centeno.

"Quien quiera una educación que no sea laica, que se la pague", exige IU

La estrategia neoliberal de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre (PP), es palpable en los nuevos barrios. En Sanchinarro, al norte de la capital y con 20.000 vecinos, el primer colegio público, el Adolfo Suárez, fue inaugurado en 2007, pero a su alrededor ya hay cuatro centros concertados. Para el presente curso se ha dado un concierto a la entidad ultraconservadora CEU. "Exigimos más equipamientos. Este es un barrio donde no hay inmigrantes, pero la oferta pública es muy poca", denuncia la presidenta de la Asociación de Vecinos de Sanchinarro, Pilar San Román.

Como si fuera ganado

"En ningún sitio como en Madrid se ha cedido tanto suelo para concertados. Eso es subvencionar con dinero público un negocio", critica la portavoz del área de Educación de IU, Dolores Dolz. "No estoy de acuerdo en repartir a los inmigrantes como si fueran ganado. A veces es inevitable que vayan todos al centro del barrio donde viven. Lo que hay que hacer es dotar con más recursos a esos colegios", añade.

En Europa, Bélgica es el único país que también admite este sistema de financiación de centros privados, pero a cambio desarrolla un férreo control de los contenidos académicos, informa Daniel Basteiro. La legislación nacional exige la no discriminación por motivos de raza, orientación sexual o religión.

En España, Escuelas Católicas descarta el conflicto de la integración. "Hay mucha demagogia con los inmigrantes. Si la proximidad es determinante para tener una plaza es inevitable que vayan al mismo centro", señala Centeno. Él tampoco comparte que el papel de los concertados sea el de complemento de la pública: "La Constitución establece la libertad de elegir la educación religiosa. La concertada no va a desaparecer porque hay que dar esa oferta a las familias". "El que quiera una educación diferente a la laica, que se lo pague", responde Dolz.

La libertad de enseñanza es precisamente el argumento que utiliza Madrid para multiplicar la oferta religiosa. De hecho, el establecimiento por ley de la libertad de elección de centro, fue su principal reclamación en el fallido pacto de Estado por la educación. Ese derecho es usado incluso para concertar centros privados que separan a los alumnos por su sexo. "Mientras haya familias que lo demanden hay que ofrecerlo", razona Lucía Figar, consejera de Educación de Esperanza Aguirre.


Visto en Diario Público

El ajuste británico

Cameron mutila el Estado de bienestar

El Gobierno de conservadores y liberales eliminará medio millón de empleos en el sector público - El presupuesto de los ministerios se reduce un 19% de media

WALTER OPPENHEIMER - Londres - 21/10/2010

¿Política económica o simplemente política, política en estado puro? O quizás solo una apuesta, como denunciaron ayer los laboristas pero como parecen pensar también algunos analistas no necesariamente muy alejados de la ideología conservadora. Sea por lo que sea, el Partido Conservador británico dio ayer cuerpo al mayor recorte del gasto público que se recuerda en Reino Unido desde la II Guerra Mundial, al mayor ajuste del Estado del bienestar jamás acordado en un solo día por un Gobierno británico. Y, aunque la motivación oficial es económica, puede acabar marcando políticamente la legislatura que acaba de empezar.

"Hoy Gran Bretaña da un paso atrás al borde del abismo", dice Osborne

Lo que no se sabe aún es en qué sentido la va a marcar. Lo que sí se sabe es que casi medio millón de trabajadores del sector público van a perder su empleo. Que el Estado de bienestar británico va a verse reducido en más de 19.000 millones de libras al año (21.600 millones de euros). Que las tasas universitarias se van a multiplicar. Que los ejércitos británicos van a perder efectivos humanos y materiales. Que conseguir una vivienda social va a ser mucho más caro. Que hombres y mujeres van a tener que trabajar hasta los 66 años antes de poder cobrar una pensión pública.

Se sabe también que los departamentos ministeriales van a ver reducido el gasto corriente en un 19% en los próximos cuatro años. Algunos, como el Foreign Office, casi una cuarta parte. Otros, como Educación o Sanidad, se van a ver afectados mucho menos porque los conservadores se comprometieron a respetar esas partidas para conseguir el apoyo de los británicos en las pasadas elecciones.

El canciller del Exchequer y responsable del Tesoro, George Osborne, adoptó ayer tonos dramáticos al presentar el ajuste en la Cámara de los Comunes. "Hoy es el día en que Gran Bretaña da un paso atrás al borde del abismo", dijo. "Abordar el déficit presupuestario es inevitable. Renunciar ahora a eso y abandonar nuestros planes sería un camino a la ruina económica", añadió. "Tenemos la peor herencia económica de la historia", dramatizó. "Tenemos que tomar decisiones duras para asegurarnos de que la catástrofe económica de los anteriores Gobiernos no se repita", insistió.

Argumentos, en realidad, más políticos que económicos. Nadie en Reino Unido discute que hay que reducir el déficit público. Ni siquiera los laboristas. El debate, hace meses pero todavía ahora, es hasta dónde tiene que llegar la tijera en un momento en que la recuperación económica es todavía frágil. "El canciller nos presenta una vez más su propuesta de recortar los déficits fiscales y de reducir la presencia del gasto público en el PIB como algo inevitable. En realidad, no es así. No era necesario concentrarse tanto en el ajuste o el gasto. Eso era una opción. Yo podría estar en general de acuerdo con eso. Pero es tanto una decisión política como una necesidad económica", escribía ayer mismo Martin Wolf, legendario comentarista del Financial Times y nada sospechoso de izquierdismo.

Wolf va aún más allá y enfatiza que, aunque Osborne tenía razón al subrayar ayer que los tipos de interés de las emisiones de deuda británica se han reducido desde que los conservadores están en el poder, el diferencial con la deuda de Estados Unidos a 10 años ha crecido desde entonces "a pesar de que Estados Unidos no tiene una política de consolidación fiscal y Reino Unido sí".

El comentario de Martin Wolf tiene interés no solo porque procede de un analista pro-mercado sin especial simpatía por el Partido Laborista, sino porque enfatiza el hecho crucial de que en realidad el empeño del Gobierno británico por un ajuste tan brutal, que quiere eliminar el déficit público estructural en cuatro años y dejar en el 3% en ese periodo un déficit que ahora supera el 11% del PIB es, sobre todo, una apuesta. Una apuesta económica, pero también una apuesta política.

Si la economía británica crece con rapidez a pesar de la retirada de los estímulos públicos, el sector privado absorbe la pérdida de empleos en el sector público y los ingresos de Hacienda mejoran hasta el punto de permitir a la coalición suavizar el ajuste con unas cuantas golosinas fiscales de cara a las próximas elecciones, George Osborne habrá ganado esa apuesta y será coronado como un genio de las finanzas y, sobre todo, de la política.

Pero si ocurre lo contrario, si la situación económica empeora, el paro aumenta, el descontento social se extiende y el Gobierno se convierte en chivo expiatorio de una crisis que la opinión pública tiende a poner en el debe de los banqueros pero también del Partido Laborista, Osborne habrá perdido su apuesta, el primer ministro David Cameron verá peligrar su cada vez menos revolucionaria revolución conservadora y los liberales-demócratas se verán atrapados entre la espada de un socio de Gobierno al que no aman y una pared que puede acabar aplastando su futuro político.

El de ayer en los Comunes era aparentemente un ejercicio económico, una batalla entre quienes creen que de estas crisis se sale reduciendo el gasto público y quienes piensan que ese fue el gran error de los años treinta. En realidad, todo era pura política.

Visto en El País